Hoy 23 de agosto se cumple un nuevo aniversario de uno de los actos más heróicos de nuestra historia y eslabón clave en la lucha independentista: la gesta del Éxodo Jujeño.
Hace 208 años, manteniendo su cuartel general en Jujuy, el General Manuel Belgrano tras recibir la comunicación que el enemigo español avanzaba con fuerzas superiores en número y armamento, impartía la orden de retirada total. El Triunvirato le ordenaba replegarse hasta Córdoba, previo paso por Tucumán, y el general, pese a no estar de acuerdo totalmente, cumplió la orden y, con una visión integral de las acciones de guerra que se estaban llevando a cabo, decide dejar Jujuy como “tierra arrasada” para debilitar el avance realista.
Así fue como el pueblo jujeño acató la orden que especificaba su movilización hacia Tucumán y el levantamiento de todo lo que fuera de utilidad de la zona. Abandonando todas sus pertenencias, se quemó todo lo que no era transportable, las casas fueron destruidas, los cultivos cosechados o quemados, se cegaron los pozos de agua, inhabilitando cualquier bien o recurso al enemigo que pudiera serle útil para recuperar el estado de sus hombres y ganado. Este hecho le produjo al enemigo un desgaste logístico que se hizo sentir sobre sus fracciones, y que fue incrementándose a medida que se adentraban en el territorio. Sumado a esto la acción de la retaguardia de combate a cargo del general Eustaquio Diaz Vélez que días después vence a una avanzada realista en el combate de Río de las Piedras el 3 de septiembre.
No sólo se destaca en los sucesos de nuestra historia esta sacrificada hazaña del pueblo jujeño, por abandonar sus casas, quemar sus cosechas y llevarse su ganado acatando una orden de tal índole, si no que también es interesante comprender el carácter y la firmeza que tuvo el general Manuel Belgrano para dar una orden de esas características. Finalmente, veinte días después, el ejército patriota vencería en Tucumán.
El 20 de junio de 1820 moría en Buenos Aires Manuel Belgrano en la pobreza extrema, asolado por la guerra civil. Fue uno de los más notables economistas argentinos, precursor del periodismo local, impulsor de la educación popular, la industria nacional y la justicia social. El 23 de agosto de 1812, como General en Jefe del Ejército del Norte, comandó el abandono de la ciudad de Jujuy con un objetivo estratégico ante el avance de las fuerzas realistas del general Goyeneche.
Para recordarlo, transcribimos a continuación un fragmento del libro Los mitos de la historia argentina, de Felipe Pigna.
Fuente: Pigna, Felipe, “Los mitos de la historia argentina”, Buenos Aires, Norma. 2004.
Ante la inminencia del avance de un poderoso ejército español desde el norte al mando de Pío Tristán, el 29 de julio de 1812, Belgrano emitió un bando disponiendo la retirada general ante el avance de los enemigos. La orden de Belgrano era contundente: había que dejarle a los godos la tierra arrasada: ni casas, ni alimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni efectos mercantiles.
Desconfiaba profundamente de las oligarquías locales, a las que llamaba «los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud». Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas autoridades, de las que habían recibido la garantía de respetar sus propiedades. Belgrano no les dejó alternativa: o quemaban todo y se plegaban al éxodo, o los fusilaba.
El resto de la población colaboró fervientemente, perdiendo lo poco que tenían, que para ellos era todo.
Belgrano lanza su arenga: «Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad (…) Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al ejército a mi mando, si como aseguráis queréis ser libres».
Aquel impresionante operativo comenzó a principios de agosto de 1812. La gente llevaba todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y caballos. Se cargaron muebles y enseres y se arreó el ganado en tropel. Los incendios devoraron las cosechas y en las calles de la ciudad ardieron los objetos que no podían ser transportados. Sólo quedaron desolación y desierto.
Los voluntarios de Díaz Vélez, que habían ido a Huma-huaca a vigilar la entrada de Tristán y habían vuelto con la noticia de la inminente invasión, fueron los encargados de cuidar la retaguardia. El repliegue se hizo en tiempo récord ante la proximidad del enemigo. En cinco días se cubrieron 250 kilómetros y poco después la marca humana llegaba a Tucumán. Al llegar allí, el pueblo tucumano le solicitó formalmente a Belgrano que se quedara para enfrentar a los realistas. Por primera y única vez, Belgrano desobedeció a las autoridades, que querían obligarlo a bajar a Montevideo para combatir a Artigas, y el 24 de septiembre de 1812 obtuvo el importantísimo triunfo de Tucumán. Animados por la victoria, Belgrano y su gente persiguieron a los realistas hasta Salta, donde los derrotaron el 20 de febrero de 1813.
Belgrano sabía que estaba en el buen camino y conocía quienes eran sus aliados y quienes, sus enemigos. Así se lo hacía saber a su entrañable compañero, el valeroso estratega salteño Martín Miguel de Güemes: «Hace Ud. muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos, porque, ¿qué otra cosa deben ser los gobernantes que los agentes de negocios de la sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que conforme al interés público? Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria que es la recompensa que deben esperar los patriotas”.